martes, 2 de abril de 2013

Adriano de Utrech



Adriano VI (* Utrecht, 2 de marzo de 1459 – Roma, 14 de septiembre de 1523), regente de Castilla y papa nº 218 de la Iglesia católica de 1522 a 1523.

De nombre Adrian Florensz, también conocido como Adriano de Utrecht, era de origen holandés, lo que le valdrá ser apodado durante su pontificado como "el Pontífice bárbaro". Fue el último papa no italiano hasta la elección de Juan Pablo II en 1978, casi cinco siglos después, además de ser uno de los dos únicos papas modernos, junto con Marcelo II, en mantener su nombre de pila tras su elección.

Lejos de la avidez, las maniobras y la larga espera de anteriores aspirantes al trono de San Pedro en su afán por conseguirlo, Adriano se mostró indiferente al cargo, no hizo nada por alcanzarlo y, sumergido como estaba en las intrincadas tareas de la regencia de España, ni siquiera asistió al cónclave en el que se produjo su designación. De todos modos, su aparente desidia por erigirse en la máxima autoridad de la iglesia estaba plenamente compensada con el interés de su egregio discípulo que presionó cuanto fue necesario en tal sentido: la larga mano del emperador Carlos V se hizo notar en el encumbramiento al solio pontificio de su antiguo preceptor.
Nació en 1459 en Utrecht (Países Bajos). Hijo de un ebanista, fue educado en la devotio moderna en el amor a la virtud y a la ciencia. En 1479 ingresó en la Universidad de Lovaina. Durante toda su vida fue conocido por su sobriedad y su piedad.


El 9 de enero de 1522 fue elegido Papa sucediendo a León X. El nuevo papa se encontraba en Vitoria ejerciendo como regente de España, preparando a Navarra para la defensa frente a la invasión francesa. La noticia llegó a la Casa del Cordón, donde se hospedaba, el 22 de ese mes. Fue el último papa no italiano hasta 1978 en que Juan Pablo II accedió a la silla de San Pedro.

En una solemne declaración el 8 de marzo de 1522 Adriano VI aceptó la elección. En ella proclama su confianza en Cristo, «que le dará fuerza, aun siendo indigno, para defender a la cristiandad contra los ataques del mal, y para reducir, al ejemplo del Buen Pastor, a la unidad de la Iglesia a los que yerran y están engañados». Enseguida emprende el viaje, acompañado de su inseparable secretario y biógrafo, el doctor Blas Ortiz, siguiendo el curso del Ebro hasta Tarragona, ciudad en la que embarcó para Roma para tomar posesión de la silla apostólica. La ceremonia de coronación fue el 31 de agosto.

A la llegada del Papa, reinaba la peste en la Ciudad Eterna. Al día siguiente de su coronación Adriano pidió ayuda a los cardenales para su doble proyecto: la unión de los príncipes cristianos para combatir al turco y la reforma de la curia. Sin embargo, tuvo dificultades entre los cardenales, no habituados a su estilo de vida sobrio y austero. Su costumbre de celebrar misa a diario, algo insólito entonces, producía rechazo. En el consistorio de 26 de marzo de 1523 el Cardenal de Santa Croce quiso pedir la confirmación de los indultos y privilegios concedidos por León X. Cuando el cardenal le recordó la inaudita amabilidad con que los cardenales lo habrían elegido Sumo Pontífice, Adriano contestó que lo habían llamado al martirio y a la cárcel. Allí tenía una Iglesia agotada y pobre, por lo que les debía muy poco; ellos habían sido más bien sus verdugos.

Curtido en los avatares políticos antes de instalarse en el Vaticano, su breve paso por él (poco más de un año) no le ofreció oportunidad de utilizar la experiencia adquirida en las tareas de estado. Pudiera pensarse que, en todo caso y por amor del débito de la suma dignidad eclesiástica a su patrocinador Carlos V, iba a ser un pontífice dócil y sumiso al emperador, pero no fue así o no, al menos, de forma incondicional.

Adriano hizo esfuerzos por obrar con imparcialidad en la pugna continuada entre Carlos y Francisco I de Francia y no siempre estuvo del lado de aquél. Al final, no obstante, entró en alianza secreta con Carlos V, Inglaterra y Venecia en contra de Francia mientras que en 1522 el sultán Suleiman el Magnífico tomó la isla de Rodas.

Su temprana muerte (septiembre de 1523) le impidió realizar cualquier acción en el seno de tal alianza, como tampoco le permitió poner algún remedio al avance del luteranismo y a la dispersión de su grey.

Durante su pontificado, Adriano VI canonizó a San Antonino de Florencia.

Falleció el 14 de septiembre de 1523, y fue sepultado en un suntuoso mausoleo diseñado por Badassare Peruzzi en la iglesia romana de Santa Maria dell'Anima.

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